
A partir del debate: voces y aprendizajes compartidos
En octubre se presentó en Intermediae Matadero el proyecto dirdaM / Reflexiones sobre Madrid, dentro del cual se celebraron dos sesiones de debate sobre turismo urbano los días 14 y 16 de octubre de 2025, con la participación de invitados procedentes de perfiles diversos. En la primera sesión intervinieron Pedro A. Monje Gil, guía oficial de turismo; Jorge Dioni, periodista y escritor; Belén García de la Torriente, socióloga y activista ecologista; y Martín López Cano, periodista y creador de Madrid Diferente. En la segunda sesión participaron Enrique Alex, creador de contenido sobre turismo responsable; Casilda Cabrerizo, doctora en geografía y técnica urbanista; Pedro Bravo, periodista y escritor; Clara Martín Duque, profesora e investigadora en turismo sostenible; Emilio Orduña, arquitecto y creador de Architoursmad; y Sandra Mora, integrante del Sindicato de Inquilinas. El propósito de estas sesiones fue escuchar perspectivas diversas, dialogar sin confrontación y compartir miradas sobre el presente y el futuro del turismo en la ciudad. En este texto queremos recoger y compartir algunas de las ideas que surgieron en el debate, así como agradecer la participación abierta, respetuosa y generosa de todas las personas invitadas y del público asistente.

Las sesiones de debate sobre el turismo urbano en Madrid reveló una visión ampliamente compartida: el modelo turístico vigente se ha configurado desde una lógica principalmente económica, donde la rentabilidad y el crecimiento continuo se priorizan en ocasiones por encima de las necesidades sociales, culturales y residenciales de la ciudad. Este enfoque ha generado tensiones en la convivencia urbana, presionando la vivienda, los servicios públicos y el tejido social en los barrios más afectados.

Se señaló la existencia de una crisis de gobernanza, caracterizada por la falta de mecanismos sólidos de regulación y por una supervisión irregular del cumplimiento normativo. Además, se destacó que la carga del problema no debería nunca recaer en la conducta individual de los turistas o de los residentes, sino en el diseño estructural del modelo turístico y en la capacidad (o ausencia) de la administración para dirigirlo hacia el bien común.
Aunque la narrativa más extendida destaca el turismo como motor económico, el debate permitió matizar sus efectos. Se reconocieron beneficios como la generación de empleo, la dinamización del comercio local, el fortalecimiento de la imagen internacional y el apoyo indirecto a la oferta cultural. Sin embargo, también se subrayó la persistencia de condiciones laborales precarias, la concentración del negocio en pocos actores (y sobre todo, de empresas que no tributan en España) y el predominio de estrategias cortoplacistas que no consideran el impacto a largo plazo del turismo en la ciudad.

Para avanzar hacia un modelo más equilibrado se revisó la experiencia de otras ciudades. En el caso de Barcelona, la implantación de límites claros a las viviendas turísticas y la supervisión activa de licencias han buscado proteger la vida vecinal y garantizar el derecho a habitar la ciudad, sin renunciar al turismo. Ámsterdam, por su parte, ha delimitado zonas libres de turismo para preservar la vida barrial. Estos ejemplos muestran que la regulación no implica frenar la actividad, sino orientarla para que no desplace ni erosione la vida cotidiana.
A ello se suma la limitada participación de los vecinos en la toma de decisiones, mientras que sectores empresariales como la hotelería, la restauración o el turismo de inversión sí cuentan con canales de influencia directa. Un punto clave fue la demanda de gobernanza participativa: se comentó la necesidad de incluir a los vecinos en la definición de estrategias turísticas o en el diseño de políticas que afectan directamente a sus barrios. Se subrayó, así, la necesidad de que la planificación del turismo incorpore a la ciudadanía como actor con capacidad real de decisión, no solo como receptor pasivo de medidas ya tomadas.
Los datos actuales confirman la dimensión del fenómeno en Madrid: la ciudad recibe cada año una media de 2,8 turistas por residente, con un gasto medio diario de 339 € y estancias cortas (aprox. 3,11 días en apartamentos turísticos y 2 días en hoteles). En el ámbito residencial, el 100% de las viviendas turísticas publicadas en Airbnb corresponden a alquileres de corta duración y el 64,9% está en manos de propietarios con múltiples (más de 10) propiedades publicadas en la plataforma. Estos indicadores muestran que el turismo no solo es una actividad económica relevante, sino un factor que transforma la accesibilidad a la vivienda, la estructura comercial y los ritmos sociales de la ciudad.
Las sesiones generaron una idea central: el objetivo no es rechazar el turismo, sino reequilibrarlo y abordarlo en toda su complejidad y contradicción. Madrid puede seguir siendo una ciudad abierta y atractiva, pero con un modelo que sitúe la calidad de vida de los residentes como criterio rector, que regule el alojamiento turístico de forma integral y que reconozca la participación vecinal en la toma de decisiones.

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